Â
La fecha la ignoro. Era un dÃa cualquiera en la Primada de América, y yo debÃa de tener alrededor de 19 años. El autor de mis dÃas se desempeñaba como director de los cursos de educación continua de la facultad de EconomÃa y yo, como no tenÃa nada que hacer, veÃa mis mañanas pasar haciendo asistencia «ad-honorem» (entiéndase, sin ver un chele) en la oficina.Eran los aciagos dÃas de la rectorÃa de Miguel Rosado, aquel rector que pretendió desbaratar la universidad para luego hacer honor a su lema de «levantarla». El sol brillaba en lo más alto del cielo, como si ignorara que el calendario habÃa sido marcado para otra de las confrontaciones que creÃamos abandonadas hace mucho.