Cuando entré a la universidad a estudiar Periodismo, lo hice pensando en que podía canalizar mis inquietudes «escritoriles» (como a casi todo el mundo cuando viene a esto). Algo parecido me sucedió al momento de ingresar a este periódico y ver más de cerca el proceso de trabajo y análisis de las informaciones para ser plasmadas en la edición del día siguiente.
Con el transcurso de los años, he entendido con más fuerza que la función principal del periodista no es la de caerle bien a todo el mundo, sino la de convertirse en esa piedrecita dentro del zapato: la que molesta y obliga a limpiar el interior para sacarla y caminar con más tranquilidad.
En tal sentido, mi principal función, esa por la cual me pagan, es la de dudar de todo (incluyendo de mí) y de encontrar esa brecha. Muchos lo llaman «buscarle la quinta pata al gato», yo lo llamo «presunción del que vive en esta media isla». Puede que eso incomode, pero… ese es mi trabajo.
Esto no pretende ser un manifiesto, ni mucho menos una aclaración. Simplemente es una pequeña reflexión motivada por lo gris del día y el no tener nada que hacer.
Catarsis Catarsis.
«Esta es mi verdad, y con mi vida la defiendo»