La luna… ah, la luna

Era cerca de media noche cuando doblaba la Gómez con Kennedy hacia mi refugio. No lo sé, no suelo ser muy dado a mirar la hora, pero sabía que estabamos bordeando la madrugada. Miro al cielo y encuentro este cuarto menguante tan gigantesco y… ficticio, que no pude evitar mirarlo por más tiempo del que se recomienda evitar tal distracción al manejar. Al día siguiente, Carlos Varela vino a mí con una de esas canciones que me cargan de esa energía nostálgica, la misma que yo definí una vez como «este latir desacompasado, pero necesario para vivir». Su nombre? Cuatro Lunas. La comparto con ustedes.