Mercedes, quien estuvo en la isla en aquella jornada tan bien recordada y difícil de repetir de “Siete días con el pueblo”, supo acompañar mi tortuoso y difícil trayecto del fin de la adolescencia a la joven-adultez, si podemos llamarlo de alguna forma. Gracias a la colección de CD´s de mi papá, empecé a descubrir un mundo lleno de cigarras, caritos, mazas y -sobre todo- canciones.
En «Y dale alegria a mi corazón…«, Diciembre 2006.
La noticia de su gravedad hizo que mis emociones se paralizaran. Y despertarme ayer con lo inevitable me provocó una repentina tristeza. Tristeza porque, aunque uno sabe del irremediable trayecto de la vida hacia la muerte, ella sigue doliendo. Porque La Negra hoy no está y su potente vozarrón sólo retumbará en el recuerdo. Porque desde ayer no te tenemos entre nosotros y eso convierte al mundo en un lugar un poco más triste. No te olvidaremos jamás. Hasta pronto, Mercedes Sosa.