Voy dejando que la distorsión arruine el poco de sordera que aún pervive entre mis oídos y que mis dedos canalicen todo el amasijo de emociones que se van acumulando con la secuencia de segundos de un día bizarro. He tenido sueños particularmente raros y respetables, he volado y vuelto a caer entre tierra y ansiedades. Hurgando con las uñas comidas hasta el tuétano y reflexionado sobre las posibilidades de elevar vuelo maleficando las esferas que se me escaparon de entre los dedos… ¡sí, los dedos! Los mismos que alojan esa carencia de uñas que empiezo a extrañar con dolor de parto al contacto cercano de la piel con la atmósfera. Y mientras todo esto pasa, la misma vibración que me destroza con alegría el cráneo, se pregunta si alguna vez llegaré a volar a la velocidad que mi subconsciente ansía, la misma que me brinda una guitarra desafinada en re menor y que destroza como sierra eléctrica a Britney Spears. No, que no hay nada como una guitarra que llora en clave de death metal.
(En crudo, como algunos de mis EntresilencioS)
Catarsis, catarsis.