Insomnio

No quieres pensar. Evitas que el dormir te arrastre hacia el (des)conocido abismo de una tangibilidad no deseada, hacia un cataclismo que no habías vivido en carne viva hasta hoy. Por eso te bates en duelo contra el cansancio, aunque desde el principio te sabes en la  desventaja bíblica de Goliat y David. Conjuras la noche entre conversaciones que no pretenden conocer un punto final. En el inconsciente, no tienes prisa en apurar el veneno horizontal que al final te obligará a fingirte sin alma por unas horas. Ya sabes que batallar contra las emociones se antoja a misión suicida. pero hay que prevenir que, de a una, la realidad se te desparrame encima como una pared mal construida. Vivir, eso nos queda. Vivir aunque el insomnio encuentre las sendas de su ocaso y los ojos se difuminen hasta cerrarse por completo. Vivir, buscando la evasión más cercana y menos dañina que nos permita escapar, pero manteniéndonos alertas. Por eso, mientras la noche nos corta con su filo, yo tampoco puedo conciliar el maldito sueño que se me escapó.

No quieres pensar. Evitas que el dormir te arrastre hacia el (des)conocido abismo de