(Artículo publicado originalmente en Listín Diario, el pasado sábado 18 de agosto. Lo reproduzco en su versión completa -y un poquito ampliada- dado que, por razones de espacio, hubo alguna que otra cosa que se quedó fuera. Gracias a Luis Beiro y al equipo de Ventana por la oportunidad de colaborar y el apoyo de siempre)
Miami, Florida.- Esta ciudad es sinónimo de arte y vanguardia. Sin embargo, ¿por qué nunca se había hecho un evento dedicado exclusivamente al arte acción? Esta, supongo, debió ser una de las motivaciones de Charo Oquet para lanzarse en este proyecto.
Quiero darme el lujo de hablar en primera persona, aunque la redacción periodística sugiere conservar un nivel saludable de distancia del hecho reseñado. Sirvan estas líneas como advertencia: he optado por contar desde mis vivencias. No puedo hablar de las emociones y aprendizajes de estos días sin recurrir a las memorias en primera del singular, como artista.
Del 26 al 29 de julio, el Design District de Miami acogió el Miami Performance International Festival 2012 (MP12), organizado por la artista dominicana residente aquí Charo Oquet (Gran Premio de la 26 Bienal Nacional de Artes Visuales).
Participamos de manera presencial cinco artistas dominicanos: Eliú Almonte, Grimaldy Polanco, Jochi Muñoz, Ismael Ogando y quien escribe estas líneas.
No pienso detenerme en las bromas que hicimos los participantes respecto a cómo explicamos a los oficiales migratorios del Miami International Airport a qué íbamos y con qué se come eso de “performance”, aunque agregaré que eso nos brindó momentos de risa a todos los artistas participantes en los ratos libres.
Además de nosotros, tal vez el país extranjero con mayor presencia internacional, creadores de Argentina (Gabriel Montero), Canada (Christine Brault e Irene Loughlin), El Salvador (Alexia Miranda), Colombia (Eduardo Oramas), España (Jessica Hirst), México (Pancho López) y Panamá (Diego Bowie) se dieron cita para participar, junto con creadores locales y fans del arte contemporáneo en los dos espacios de Miami Beach: el Jardín Botánico (donde se iniciaron formalmente las actividades el jueves 26) y el 150 NE 40 street del muy conocido Design District, que terminó siendo nuestro segundo hogar durante estos cuatro días.
El proceso como elemento relevante.
Participar en este evento me permitió darme espacios de conversación y reflexión con toda la comunidad. Resalto aquí una coincidencia entre Christine Brault y yo respecto a la importancia que tiene el proceso durante la acción performática, con igual importancia (y hasta tal vez más) que el resultado.
En la primera jornada de los «artist talks», donde ambos participamos junto con David Prusko (NY) y Jochi Muñoz, surgió el tema y Christine lo planteó de la siguiente manera: «muchas veces tengo planificado cómo voy a empezar, pero no siempre cómo voy a terminar, surgen acontecimientos en el trayecto que me hacen cambiar la idea inicial».
Eso también es parte de la performance como arte. No en vano el concepto «arte de incertidumbre» fue el eje fundamental que sirvió para la selección de las piezas y los artistas que participamos en MP12.
Las videoperformances fueron un eje fundamental que permitió tener acceso al trabajo de otros artistas de distintas latitudes. «Uneatable», curaduría del chileno Samuel Ibarra, permitió al público acceder a artistas como Mila Berríos Palomino y Elizabeth Neira.
Pero también participaron a través de la pantalla Fausto Gracia (México) y David Pérez –Karmadavis- (República Dominicana), entre otros.
Reflexiones desde lo artístico
Aún sigo dándole cabeza a la acción de Jessica Hirst, un valiente testimonio sobre la fragilidad humana y sobre la vida en general, utilizando una serie de huevos que sirvieron de metáfora, y con la integración del público.
En esa misma línea “Borderline/borederline: the artist is not present” de Irene Loughlin, fue un gigantesco grito de denuncia respecto a los casos de pederastia por parte de sacerdotes.
Iguales signos de admiración tengo para “Latina del norte 1 y 2”, piezas de Christine. La arena y el hielo fueron los recursos, sumados al cuerpo, que la canadiense trabajó integrando códigos que hacían recordar los sueños de mejoría de los inmigrantes latinoamericanos hacia Estados Unidos.
Los locales
Respecto a los locales, los «Miami based artists», me detengo en tres artistas cuyo trabajo -valga el neologismo- me «despeinó»: Orestes de la Paz, Belaxis Buil y Nicole Soden.
A esta última la incluyo a pesar de ya conocer previamente su trabajo desde el pasado mes de febrero en «Independence DO», porque sus trabajos de “Sacred Geometry” realizan planteamientos sobre las relaciones humanas a partir de símbolos geométricos y químicos trazados con arena y fuego en el suelo. Fue emotivo y desgarrador observar su pieza.
En los casos de Orestes y Belaxis, sus trabajos tuvieron distintas apelaciones al diario vivir y a los cánones de belleza y sumisión.
En “21st century suicide”, accionada por Orestes el último día del MP12 en el Jardín Botánico, pudimos sentir un claro ambiente de denuncia al estado de vida sedentario estadounidense, cuando el artista se envuelve en plástico para microondas e introduce su cabeza en un horno de este tipo, permaneciendo allí durante varios minutos mientras una bocina reproducía los sonidos típicos del equipo encendido como un efecto sonoro adicional.
“I am useful”, de Buil, fue un grito de dolor ante la realidad de ciertas mujeres. Mirándola pensé mucho en los niveles de compromiso del artista de performance para que las lecturas más primordiales puedan ser comprendidas por el público.
Su acción no dio espacio a la duda: vestida con un mantel de mesa, adoptó esta posición (arqueada boca abajo, sosteniendo con las manos unas bases de mesa) con unos libros en su espalda, permaneciendo así durante unas dos horas. Llegó un momento en que no podía soportar, pero se obligó a mantenerse, provocándose un llanto desgarrador.
Fue toda una disyuntiva el decidirme entre quedarme quieto sin hacer nada, solo como observador de sus lágrimas cayendo al piso del ventanal, o hacer algo, con el consabido riesgo de intervenir una acción. Alexia Miranda no lo pensó y le retiró uno de los libros. Todavía, al recordar esta pieza, me estremezco.
Las piezas de los dominicanos
“Yelidá en agua dulce” de Eliú Almonte con la colaboración de Nicole Soden. Con el texto poético de Tomás Hernández Franco como base, el puertoplateño transformó los roles: ya no es el muchacho noruego enamorado de una dominicana, sino más bien el dominicano que conquista una gringa, brindándonos una relfexión en distintos niveles sobre las relaciones de pareja, el turismo sexual en nuestra media isla y la promoción social perseguida por quienes lo ejercen. El hecho de haber contado con Nicole como colaboradora, repercutió favorablemente en la pieza, dadas las características naturales de “pin up girl” de Soden.
“365” de Jochi Muñoz. Aquí reivindiqué aquel planteamiento sobre performance como poesía del movimiento que empecé a desarrollar en febrero al ver al canadiense Paul Couillard. En este duracional, Jochi trabajó el tema de la violencia de género como un sufrimiento invisible pero latente, al clavar -con admirable paciencia y parsimonia- igual cantidad de agujas según días que tiene el año en una manzana. ¡Pura poesía visual!
“SM for beginners” y “Ad infinitum” de Ismael Ogando. Conocido por sus happenings en distintos espacios públicos de Santo Domingo, Ismael trabajó una acción a partir de textos del marqués de Sade (a quienes quisieron «jugar» les pasó una vela y, luego de encenderla, les pidió que le dejaran caer en conjunto la cera caliente sobre su espalda).
La segunda pieza contó con la colaboración del panameño Diego Bowie y, según sus declaraciones al portal artisabout.com, exploró sus propias complejidades como individuo, como su orientación sexual, color de piel y sus criterios políticos, junto con la conciencia de sí mismo y la influencia de los medios.
“Return Link” de Grimaldy Polanco. Su pieza trabajó la religiosidad popular dominicana y el sincretismo que le es inherente, para mostrarnos una metáfora de un gobierno absolutista y totalitario («cualquier semejanza con hechos reales…») El rojo es una recurrencia en la ars performática de Polanco, tanto en las texturas como en los materiales que emplea. Contó con la asistencia de Diego Bowie e Ismael Ogando.
“Que cada verso es una catarsis” y “Knives/Cuchillos” de Alexéi Tellerías. Presentadas en ese mismo orden el jueves 26 y el sábado 28. Ambas vinculadas a mi búsqueda personal de ese punto de encuentro entre performance y literatura, pero también relacionada con el concepto de «reescritura» que he hecho parte de mi statement como artista. En la primera trabajé una reinterpretación de mi primer poemario, Cuaderno de Catarsis, a partir de los conceptos de sangre, tinta y pufiricación.
La segunda pieza se inspiró en «Knives», obra de Andy Warhol que sirvió de portada para «Esto no es una antología», el libro de El Arañazo Colectivo Literario, publicado este año. La transubstanciación y los conceptos de rituales religiosos permitieron posteriormente dar un toque de duracional a la pieza usando el principal elemento: un jamón ahumado.
Pingback: El arte nos cría y la performance nos junta… en Miami | perrorabiosoblog
Alexéi, una vez más, gracias por esta documentación del Festival; documento invaluable, ya que muy pocas veces los medios se hacen eco de eventos de esta naturaleza. Te dejo aquí el link que nos lleva a la reproducción de tu texto, en mi blog: http://perrorabiosoblog.wordpress.com/2012/08/18/el-arte-nos-cria-y-la-performance-nos-junta/
¡Gracias! 😀 Esto apenas empieza.
Excelente artículo de Alexei Tellerias.
¡Muchas gracias Cucho!
Tu blog me lleva al festival maravilloso. Gracias por compartir!
Gracias a tí Yuquiong! Ojalá poder verte pronto otra vez.
Pingback: Sobre la mala leche: de lo light al re-formance | [esferapública]