Escribo estas letras con una impotencia inmensa.
A principios de agosto, a apenas dos esquinas de mi casa, me arrebataron el móvil de las manos. En mayo, justo el día antes de la presentación de mi libro, a mi concuñado lo atracaron a punta de pistola llegando al edificio donde vive mi madre y le llevaron su vehículo.
Ayer, mi madre regresó del interior para descubrir que «se habían metido» en su apartamento, llevándose una pantalla plasma y un dinero que recién le habían pagado, además de unas cuantas prendas. Los ladrones, a pesar de que el apartamento está totalmente enrejado, violaron la puerta de entrada (supongo que se habrán metido por la azotea, porque no tengo otra idea de cómo pudieron hacerlo) y ahí dentro hicieron de las suyas. Sigue leyendo