Sobre #DesayunoDeTachuelas con Yalo para @ListinDiario

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Quienes me siguen en redes sociales (y quienes me conocen y siguen por otras vías) saben que desde abril de este año, durante la XXI Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2018, presenté mi cuarto libro y tercer poemario (segundo individual) “Desayuno de Tachuelas (y otras masacres literarias)” de la mano del sello independiente español Amargord Ediciones.

Por ahí se vienen cocinando algunas cosas interesantes con el libro, pero mientras el hacha va y viene les quiero compartir el intercambio de preguntas y respuestas con mi ex compañera de labores en Listín Diario Yaniris López (la siempre querida Yalo) respecto a este atrevimiento literario en el que me embarqué. Pocas veces me he reído tanto con un cuestionario, ¡gracias mana!

Eso sí, me tomé la libertad de re-leer mis respuestas y agregar algunas cosas que no dije en la entrevista original. Antes de ser publicado, le agregué algunos elementos que, por dicha (dicen los ticos) fue a tiempo para que saliera en la versión final. ¡Disfrútenlo!

(Y no, no crean que ella estuvo “pitchándomela suave”. A las pruebas más abajo me remito) (Para ver la entrevista en su versión original, vayan por aquí)

¿A qué sabe un desayuno de tachuelas?

¡A una vaina intragable! No, ya en serio: sabe a un poemario duro de leer e imposible de digerir. Yo mismo lo llamo “el anti-poemario”. Pero prefiero citar a Michelle Ricardo en el prólogo cuando dice: “es un libro incomodo, brutal y totalmente irreverente, por ende necesario para comprender el Caribe” (conste que no lo digo yo, lo dice ella).

En otro orden de ideas, pienso que también sabe a la confirmación por parte de varios de los pseudo-críticos de mi obra poética en su argumento de que mi poesía no sirve ni para tirársela a los cerdos… ¿Me pasé?   

¿Y qué es una “masacre literaria”?

Los “artistas urbanos” (o sus fans) suelen titular “masacres” a los temas de tiradera cuando los suben a Youtube. Como hay mucha “tiradera poética” en este libro, me pareció apropiado subtitularlo así. ¡Porque de que hay, hay!

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¿Elegiste a propósito ese estilo desenfadado que tira más al performance escrito que a la escritura poética?

Qué bueno que hablas de performance escrito: desde hace varios años yo imagino el texto poético como una partitura que le indica (o mejor dicho, le sugiere) al lector cómo leerlo (para sí o en la oralidad) y trato de que mi poesía lo transmita. “La palabra más allá de sí misma”, me gusta llamarlo.

En fin… Los textos de este desayuno son una compilación de aquellos que nunca fueron pensados para publicarse, sino para su manifestación oral, pública y contradictoria. Pero una cosa piensa el escritor y otra quien lo edita. Y por eso tengo que agradecer a Chema, de Amargord, el haberme planteado un poemario más orientado hacia el “spoken word” y mi trabajo performático-poético. De otra forma creo que nunca me lo hubiese propuesto como proyecto realizable, salvo que fuese algo audiovisual (y eso ya viene por ahí… ¡espérenlo!

Inglés, spanglish, métricas inmedibles, etiquetas del mundo virtual… ¿Qué crees que diría un filólogo de los de antes si viera las licencias que se toman los poetas de hoy?

No diría nada… digo, ¡estoy partiendo del infarto fulminante que sufriría luego de los primeros diez segundos leyéndonos! Ná, vainas del posmodernismo. Todo cambia, excepto el cambio mismo.

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Foto: Adriano Rosario/Listín Diario

Hay mucha historia política en el poemario. ¿Cómo se llevan hoy día la poesía y el poder?

Depende. Podría irme en una pensando en los poetas perseguidos en varias zonas de nuestro planeta (pienso en el chileno Víctor Jara y sus “somos cinco mil aquí” en el Estadio Chile días después del golpe de estado del 73 o en el nicaragüense Leonel Rugama y su “que se rinda tu madre” convertido hoy en arma de lucha contra el mismo sandinismo del cual él fue parte) pero entonces están los otros que, en palabras de Manuel Jiménez “pactaron con la ola que les perseguía y el mar les ha curado sus viejas heridas”. Yo soy un soldado contra los opresores y contra los dinosaurios. Es mi batalla de día a día y frente al espejo. La poesía tiene que reñír con el poder, si no, es cualquier cosa menos poesía.

Cuando te ‘depotricas’ como poeta, malas palabras incluidas, ¿no sientes que estás suicidando a la clase?

Los antagonismos no son conflictos de clase. Son eso, antagonismos. Enfrentamientos. No estamos en Shangri-Lá, ni mucho menos en la utopía de todos sentados en circulo junto al fuego cantando cumbayá. Las rivalidades existen, son parte del paisaje,  y ya que uno tiene que andar por la vida con guantes de boxeo 24/7, tratemos de sacar lo mejor de ello. “¡Vamo arriba, Bring it on!”.  A los raperos les funciona. Además, me parece que habría que preguntarle justo esto mismo a quienes iniciaron el pleito incluso cometiendo la falta de ética de no avisar el inicio de las hostilidades. No tengo que decir nombres, viven delatándose solitos.

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Algunos críticos dicen que la poesía de los poetas de hoy son diarios personales. ¿Cuánto de eso hay en Desayuno de tachuelas?

¡Jhá! Hasta un término han acuñado para referirse a nosotros: “Neotestimoniales”. Algunos lo usan a modo despectivo, pero a mi me encanta. Respecto al “diario personal”, creo que hay mucho de todo en mi poemario, y también en la poesía de los “jóvenes” o “contemporáneos”. La poética del pensar ha tenido que compartir cama con las miradas a la realidad y la dosis de catarsis (chiste interno para quienes conocen mi obra poética) personal. No olvidemos que Benedetti se hizo mainstream (perdón, palabrita en inglés) porque partía desde una cotidianidad de fácil identificación del público lector. No tengo ningún problema en compartir mis intimidades literarias con el mundo, aunque me parece que estos críticos sí.

Los propios poetas dicen que ya no se lee poesía. ¿Para qué las publican, pues?

Desde que yo no tengo memoria, la poesía SIEMPRE ha estado en vías de extinción. SIEMPRE se dice que la gente no lee poesía y SIEMPRE aparecen voces agoreras que dirán que hay que leer más poesía. Y lo que veo es gente que sigue escribiendo, gente que sigue leyendo y gente que sigue ávida de consumir más poesía. No sé, estoy empezando a pensar que eso de que “ya no se lee poesía” es un slogan publicitario y que, igual que con el merengue, hay gente que está viviendo de esta amenaza de extinción. Buena suerte para ellos, yo sigo poetizando hasta en los lugares menos verosímiles. 

(Estamos resolviendo unos asuntos de último minuto para hacer el lanzamiento formal de las tachuelas. Mantengan la sintonía)

Catarsis, catarsis.

«Esta es mi verdad, y con mi vida la defiendo».

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