(Escrito originalmente para la primera presentación de esta pieza performática en marzo 2013 dentro del maratón 24 horas de teatro en Teatro Guloya. Este lunes 9 de septiembre la misma se repetirá, como «work-in-progress» en la Plaza Antonia de la Universidad de Puerto Rico, recinto Río Piedras, mejor conocida como «la IUPI»).
La acción es efímera. El trayecto suele tomarse más tiempo. Por eso me incluyo dentro de la línea de quienes prefieren y disfrutan más el proceso que el resultado, entendiendo proceso el momento de conceptualización y reflexión sobre la pieza a realizar.
El oficio de la palabra brinda una oportunidad infinita de provocar el imaginario personal respecto al discurso principal detrás de cada performance. En este caso, la conceptualización siempre vendrá primero que las acciones para manifestar mi discurso artístico.
Mi trabajo performático pretende experimentar con distintas aristas de la materia humana. Desde lo cotidiano deconstruyo, descontextualizo y reinterpreto… más bien re-escribo. Reescribir viene bien a mi proceso creativo (¡viva el ready made!)
Como creador, apunto hacia la polisemia, una exagerada multiplicidad de símbolos… y lo hago a propósito, por herencia de mi trabajo teatral en espacios como el Teatro Proyección/INTEC y Teatro Guloya, ambos bajo la dirección de Claudio Rivera.
A mayor cantidad de lecturas, también será mayor el índice de satisfacción personal (ISP) con la obra creada.
Por otro lado, lo geográfico es parte fundamental en la concepción de mi trabajo. Antes de accionar, me gusta definir los espacios donde haré determinada acción y le otorgo importancia ritual a cada rincón según la magnitud que vaya a tener la acción.
Mis bocetos son, más que un dibujo o maqueta de lo que pienso hacer, una especie de mapa cronológico (si es que tal cosa existe) de los momentos.
Dicho todo lo anterior, inicio mi reflexión sobre esta pieza que concebí para presentar en la Noche Lunática, evento que fue concebido originalmente para la realización de performances en Santo Domingo.
(Sobre)vivir es un retorno al arte que busca sanar y ser contraveneno. Como escritor, creo firmemente en la catarsis como proceso de exfoliación emocional.
Creo también en construir arte que purifique el alma desde el cuerpo. Esta pieza encaja pues con la transubstanciación de las sensaciones que rigen mi poemario, incluido dentro del libro colectivo “Esto no es una antología: palabras que sangran”, ópera prima de El Arañazo, Colectivo Literario.
¿Qué significa (Sobre)vivir más allá del juego de palabras natural que brinda a primera vista? Varias lecturas, dependiendo del enfoque. Una de ellas es tratar de recuperar la esencia que tenía en 2008, cuando me inicié en la disciplina, con el objetivo egoísta de encontrar lo buscado en aquel entonces: redención, libertad y armonía.
Performance es jugar con los hilos que nos mueven a diario. ¡Pues entonces juguemos!
Para esta acción no he querido basarme en un poema en específico, a diferencia de “Que cada verso es una catarsis” o “Secretos amor-dazados”, sino más bien hilarlos, todos en una cadena de experiencias, con la misma secuencia curatorial que le imprimí al texto impreso.
Al no leer en vivo, ni recurrir al recurso de la voz en off, me atrevo a persistir en el ejercicio autoimpuesto de salir de mi zona de confort, como me sugirió la artista puertorriqueña Angeli Vélez hace unos meses.
Les espero este lunes a las 6:00 en la Plaza Antonia. Mis libros estarán a la venta… a beneficio de su autor 🙂
Catarsis, catarsis.
«Esta es mi verdad, y con mi vida la defiendo».